Cómo lidiar con los desencadenantes del trauma con Dios

Enfrentar los desencadenantes del trauma puede ser un desafío abrumador, pero mientras te embarcas en ese camino hacia la sanación, recuerda que no estás solo. En este artículo exploraremos cómo lidiar con los desencadenantes del trauma con la ayuda de Dios. Desde consejos prácticos hasta recursos espirituales, descubrirás cómo la fe puede ser un pilar fundamental en tu proceso de recuperación. Acompáñanos mientras te adentras en este viaje de sanación y descubres cómo enfrentar los desencadenantes del trauma con el poder de la divinidad.

No se puede escapar al hecho de que causaremos dolor o trauma en este mundo. Quiero decir que la profundidad a la que amamos es también la profundidad a la que sentimos dolor.

El amor abre nuestro corazón y acoge la posibilidad de lo que podría ser y de lo que es.

Pasé años reaprendiendo qué era el amor, sabiendo que no era abuso ni manipulación. Necesitaba experimentar un Dios que no se trataba de dar y recibir, como el amor que yo conocía, que era que yo hice algo por ti, entonces tú debes hacer algo por mí.

Yo era escéptico. ¿Cómo podría Dios elegirme y por qué debería hacerlo?

A pesar de Dios no causa el dolorCuando vivimos con gente caída, sabemos que no lo haremos bien.

Estaremos doloridos, heridos y experimentaremos traumas. Reconocer y admitir nuestros puntos débiles nos ayudará a aprender a lidiar con los desencadenantes del trauma.

Comprender el papel de un desencadenante de trauma en la curación emocional

También hay trauma emocional Este es el resultado final de eventos o experiencias que nos dejan inseguros y, a menudo, indefensos ante la situación. Puede ser el resultado de un evento único o ser parte de una experiencia continua, como abuso crónico, intimidación, discriminación o humillación. Comprender que cada desencadenante de un trauma es una oportunidad para crecer y reflexionar puede servir como un rayo de esperanza en tiempos difíciles.

También podemos leer sobre el trauma de Big T y el trauma de Little T.

El trauma de la Gran T generalmente se asocia con un evento o situación que pone en peligro la vida. Esto podría ser un desastre natural, un crimen violento, un tiroteo en una escuela o un accidente automovilístico grave. Además, el trauma psicológico agudo, como la muerte de uno de los padres, es parte de la definición de trauma T mayor.

El trauma con T pequeña se refiere a eventos que generalmente no están asociados con violencia o catástrofe, pero que aún causan un sufrimiento significativo. Un trauma menor podría ser, por ejemplo, una ruptura amorosa, la muerte de una mascota, la pérdida del trabajo, el acoso escolar o el rechazo por parte de un grupo de amigos. Estos incidentes no ponen en peligro la seguridad física.

Personalmente, quiero tener cuidado y etiquetar todo lo que experimentamos como trauma (y desencadenantes de trauma). Cuando la gente no está de acuerdo con nosotros, cuando nos ofendemos, nos molestamos con nuestros colegas o discutimos con un amigo, tenemos experiencias de vida en las que tenemos que lidiar con conflictos.

Sin embargo, reconocer que no estamos definidos por el desencadenante del trauma puede iniciar un poderoso viaje de curación y transformación.

(Cuando nuestros sentimientos son heridos, no siempre es un trauma y debemos tener cuidado de etiquetarlos apropiadamente).

Aprenda a sentirse seguro con Dios.

Respondemos a nuestro dolor en función de los desencadenantes del trauma y nuestro cuerpo responderá en consecuencia.

Sin embargo, quiero que sepas que el amor de Dios por ti no está a prueba. Él quiere caminar contigo a través de esta curación a medida que te vuelves más como Él.

Él es el mismo ayer, hoy y siempre. (Hebreos 13:8) Él no cambia de opinión acerca de ti. Cada vez que enfrentamos un desencadenante de trauma con paciencia y comprensión, le damos a nuestras heridas internas la oportunidad de sanar.

Reconozca el desencadenante de su trauma: un primer paso hacia la curación

Lo que comienza es que nuestras emociones se vuelven descontroladas y fuera de obediencia y nuestras heridas sangran, afectando nuestra capacidad de recibir la gracia y la misericordia de Dios en nuestras vidas. Los desencadenantes del trauma pueden formarse a partir de situaciones no lo presentamos ante Dios.

Empezamos a pensar y eventualmente a creer: “No soy lo suficientemente bueno para Dios”. He cometido demasiados errores. ¿Por qué querría amarme? ¿Cómo podría perdonarme?

La buena noticia es que Su amor, gracia y misericordia no tienen nada que ver con lo que hiciste o no hiciste. No fuiste a la cruz por tus pecados. Jesús lo hizo. Esto significa que lo que hagas o dejes de hacer ahora no tendrá ningún impacto en su afecto por ti.

No puedes cambiar lo que no empezaste.

Quiero explicar por qué reconocer lo que sabemos (lógica y verdad) y nuestras relaciones (emocionalmente) deben estar en equilibrio entre sí para poder experimentar la plenitud de Dios y sanar los desencadenantes de nuestro trauma.

Nuestro cerebro tiene dos lados: izquierdo y derecho. En el lado derecho sentimos la conexión, los componentes de la relación, la identidad y el valor, la expresión emocional, la comunicación no verbal a través del cuerpo y la imaginación, por nombrar algunos.

Nuestro cerebro izquierdo se centra en la lógica.pensamiento crítico, razonamiento, pensamiento consciente y habla.

Cada lado trabaja en conjunto al mismo tiempo. Sin embargo, un lado de nuestro cerebro tiende a guiarnos más que el otro: el lado lógico o el lado emocional.

Creo que tratar de construir una relación a través de las obras es la razón por la que muchos de nosotros luchamos por vivir la verdad que leemos en nuestras Biblias. Y al restaurar el quebrantamiento (desencadenante del trauma), sentimos remordimiento en lugar de recibir perdón.

La buena noticia es que a Dios no le importa cuánto sabemos o hacemos en Su nombre; Quiere saber si lo conocemos. Reconocer un desencadenante de un trauma no es un signo de debilidad, sino más bien un paso valiente para recuperar nuestra narrativa y promover nuestra curación.

Mateo 7:21–23 nos da una imagen clara de esto:

No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, en tu nombre expulsamos demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé: “Nunca supe tú; ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!

El contexto de esta escritura es que Él concluye Su Sermón del Monte con una advertencia final acerca de la fe verdadera. Jesús nos recuerda que aunque las personas usan las palabras correctas, no pertenecen al Señor. Jesús no habló de conocimiento en esta escritura. Habló de relaciones.

Dios nos creó para una relación con él.

Cómo lidiar con los desencadenantes del trauma con Dios

Una nueva perspectiva: ver el desencadenante del trauma como una oportunidad de crecimiento

El dolor emocional dejó bucles incontrolados en el lado emocional del cerebro, desconectándose de la parte del cerebro que realiza el pensamiento y el procesamiento cognitivo (consciente). La parte racional del cerebro es incapaz de ayudar a la parte del cerebro cargada emocionalmente a superar el dolor.

Cuando sentimos dolor, trauma (que desencadena el trauma) y el pecado, la adrenalina corre por el cuerpo y el recuerdo queda impreso en la amígdala (que contiene el significado emocional del evento, incluyendo la intensidad y el impulso de las emociones), que es parte del sistema límbico (el parte del cerebro, que está involucrada en nuestro comportamiento y respuestas emocionales, especialmente cuando se trata de comportamientos que necesitamos para sobrevivir).

Por ejemplo, cuando te subes a una montaña rusa, tu información sensorial es “miedo, velocidad, estrés, emoción, no pone en peligro tu vida”. La amígdala puede leer el significado emocional del evento porque es un recorrido divertido que puedes completar en tres minutos.

Los recuerdos se almacenan a través de fragmentos de imágenes visuales, olores, sonidos, sabores o tactos. (Por qué las Escrituras también nos dicen que no vivamos en la carne: vivir en la carne significa vivir según nuestros cinco sentidos).

Involucrar al cuerpo y a la mente en el proceso de recuperación es crucial, especialmente cuando la curación de un trauma es el desencadenante. Aquí la fe y las obras encuentran un paralelo. No se trata de nuestras obras, sino que nuestra fe se completa con nuestras obras. La gente ve lo que hacemos. Nuestras acciones deben respaldar nuestras creencias.

El viaje hacia la curación a menudo comienza cuando aceptamos que cada desencadenante del trauma es una parte crucial de nuestra historia única y nos enseña lecciones invaluables sobre resiliencia y compasión.

Las etapas del trauma

Experimentar un trauma puede provocar diversas reacciones emocionales, psicológicas y físicas. Si bien el ciclo específico y la intensidad de cada fase pueden variar de persona a persona, aquí hay una descripción general de las fases más comunes que las personas pueden experimentar durante un trauma:

Efectos: La fase inicial se centra en el evento traumático en sí, como un desastre natural, un accidente, un abuso o una pérdida. Este evento altera la sensación de seguridad, protección y bienestar.

Negación y shock: Inmediatamente después del evento traumático, los afectados pueden experimentar shock, incredulidad o negación como mecanismo de defensa. Puede resultar difícil comprender plenamente la realidad y la magnitud de lo que está sucediendo.

Reacción emocional: Durante esta fase suelen surgir emociones intensas, como miedo, ira, tristeza, culpa, vergüenza o confusión. Estas emociones pueden ser abrumadoras y fluctuar rápidamente.

Recuerdos intrusivos y flashbacks: Pueden ocurrir pensamientos, recuerdos o pesadillas recurrentes e intrusivos relacionados con el evento traumático. Los flashbacks, en los que los afectados sienten que están reviviendo el trauma, pueden ser angustiosos y desencadenar emociones intensas.

Evitación y anestesia: Para hacer frente a las emociones y recuerdos abrumadores, las personas pueden intentar evitar los recordatorios del trauma. Esto puede significar evitar ciertos lugares, personas, actividades o incluso suprimir las emociones por completo. También es común volverse insensible a las emociones y sentirse distante de los demás.

Hiperactivación e hipervigilancia: Las personas pueden experimentar una mayor sensibilidad, irritabilidad, inquietud o trastornos del sueño. Pueden estar constantemente en guardia, ser hipersensibles a amenazas potenciales o asustarse fácilmente.

Autopercepción negativa: El trauma puede afectar significativamente la autoimagen y la autoestima. Los individuos pueden desarrollar sentimientos de culpa, vergüenza o culpabilidad, lo que lleva a percepciones negativas de sí mismos.

Desafíos sociales e interpersonales: El trauma puede tensar las relaciones y las interacciones sociales. Los individuos pueden alejarse de los demás, tener dificultades para confiar o formar nuevas relaciones, o tener dificultades con la comunicación y la intimidad emocional.

Reintegración y curación: Con tiempo, apoyo y mecanismos de afrontamiento adecuados, las personas pueden comenzar a integrar sus experiencias nuevamente en sus vidas. Esta fase consiste en buscar ayuda profesional, adoptar medidas de autocuidado y restaurar gradualmente una sensación de seguridad, confianza y resiliencia.

Estrategias para comenzar a sanar del trauma

La curación de los desencadenantes del trauma es un proceso complejo e individual.

Aquí hay algunas estrategias que pueden ser útiles en el viaje de curación:

Busque ayuda profesional: Considere trabajar con un terapeuta o consejero que se especialice en trauma. Pueden brindar orientación, apoyo y terapias basadas en evidencia, como la terapia cognitivo-conductual (TCC), la desensibilización y reprocesamiento de los movimientos oculares (EMDR) o la terapia centrada en el trauma para ayudarlo a afrontar y recuperarse de los desencadenantes del trauma.

Comprenda sus factores desencadenantes: Tómese el tiempo para identificar sus desencadenantes específicos y cómo le afectan. Esta autoconciencia puede ayudarle a anticiparlos y afrontarlos de forma más eficaz. Explore las emociones, recuerdos y sensaciones que surgen cuando se activan para obtener una comprensión más profunda de sus reacciones.

Desarrollar técnicas de puesta a tierra: Las técnicas de conexión a tierra pueden ayudarte a regresar al momento presente cuando se activan. Los ejemplos incluyen ejercicios de respiración profunda, ejercicios de atención plena, centrarse en experiencias sensoriales (por ejemplo, tacto, olfato, gusto) o utilizar objetos de conexión a tierra, como una pelota antiestrés o un objeto favorito que proporcione comodidad.

Crea un plan de seguridad: Crear un plan de seguridad puede ayudar a controlar los factores desencadenantes. Identificar estrategias para garantizar su seguridad física y emocional en situaciones desencadenantes. Esto puede incluir establecer límites, establecer sistemas de apoyo o retirarse de entornos desencadenantes cuando sea necesario.

Practica el autocuidado: Participa en actividades que apoyen tu bienestar y fomenten el autocuidado. Esto puede incluir hacer ejercicio, pasar tiempo en la naturaleza, practicar técnicas de relajación, escribir diarios, dedicarse a pasatiempos o participar en actividades creativas. Prioriza el cuidado personal como parte habitual de tu rutina.

Construya una red de apoyo: Rodéate de una red de apoyo de amigos, familiares o grupos de apoyo que puedan ofrecerte comprensión, empatía y aliento. Compartir sus experiencias con otras personas que han pasado por desafíos similares puede fomentar una sensación de conexión y validación.

Desarrollar estrategias de afrontamiento: Descubra mecanismos de afrontamiento saludables para gestionar los desencadenantes que surjan. Esto puede incluir ejercicios de respiración profunda, relajación muscular progresiva, actividades calmantes, practicar la autocompasión o usar afirmaciones o mantras para conectarte a tierra.

Desafíe las creencias negativas: El trauma puede generar creencias negativas sobre uno mismo, los demás o el mundo. Trabaje para desafiar y redefinir estas creencias a través de la terapia o la autorreflexión. Reemplace la culpa o la autocrítica por la autocompasión y una perspectiva más equilibrada.

Practica la exposición gradual: Con la guía de un terapeuta, considere exponerse gradualmente a los desencadenantes de manera controlada y segura. Esto puede ayudar a desensibilizarlo con el tiempo y reducir la intensidad de la reacción desencadenante. Sin embargo, sólo participe en la terapia de exposición si se siente preparado y apoyado.

Sea paciente y amable consigo mismo: Recuperarse de un trauma requiere tiempo y paciencia. Reconoce que es un proceso gradual y que puede haber altibajos a lo largo del camino. Sé amable contigo mismo y celebra las pequeñas victorias y avances, por pequeños que parezcan.

En cada desencadenante de un trauma hay una invitación a explorar nuestras fortalezas y abrazar el camino hacia la curación con Dios.

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rezando por ti,

Cómo lidiar con los desencadenantes del trauma con Dios

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Cómo lidiar con los desencadenantes del trauma con Dios

Cómo lidiar con los desencadenantes del trauma con Dios

El trauma puede tener un impacto significativo en nuestras vidas y puede desencadenarse por diversas situaciones o eventos dolorosos. Enfrentar el trauma puede ser un desafío abrumador, pero cuando encontramos apoyo en nuestra fe en Dios, podemos obtener la fortaleza y ​​la esperanza necesarias para enfrentar y superar estos desencadenantes. Aquí encontrarás respuestas a algunas preguntas frecuentes sobre cómo lidiar con los desencadenantes del trauma desde una perspectiva de fe.

1. ¿Por qué es importante abordar los desencadenantes del trauma?

Cuando experimentamos un trauma, es común que ciertos desencadenantes despierten recuerdos o emociones dolorosas asociadas con el evento traumático. Estos desencadenantes pueden ser situaciones, palabras o incluso lugares específicos que nos llevan de vuelta a ese momento doloroso. Abordar estos desencadenantes es importante para nuestra salud mental y emocional, ya que nos permite procesar y liberar el dolor asociado con el trauma, en lugar de reprimirlas y llevar una vida limitada por el miedo y la ansiedad constantes.

2. ¿Cómo puedo encontrar apoyo en mi fe durante este proceso?

Encontrar apoyo en tu fe durante el proceso de lidiar con los desencadenantes del trauma puede proporcionarte una fuente de consuelo y esperanza. Puedes buscar fortaleza en la oración, meditar en las Escrituras relevantes, hablar con un líder religioso o conectarte con una comunidad de fe que pueda brindarte apoyo adicional. La guía espiritual puede ayudarte a encontrar significado y propósito en tu dolor, y puedes confiar en que Dios está contigo en cada paso del camino.

3. ¿Existen herramientas prácticas que puedo utilizar junto a mi fe para lidiar con los desencadenantes del trauma?

Sí, hay varias herramientas prácticas que pueden ser utilizadas junto a tu fe para lidiar con los desencadenantes del trauma. Estas incluyen técnicas de relajación, como la respiración profunda y la meditación, terapia cognitivo-conductual, ejercicios de escritura terapéutica y actividades creativas como el dibujo o la pintura. También es importante rodearte de un sistema de apoyo sólido que incluya amigos y seres queridos comprensivos, así como profesionales de la salud mental capacitados.

4. ¿Cuánto tiempo tomará superar los desencadenantes del trauma?

No hay una respuesta única para esta pregunta, ya que el tiempo necesario para superar los desencadenantes del trauma puede variar de una persona a otra. El proceso de sanación es único para cada individuo, y depende de varios factores, como la gravedad del trauma, el apoyo disponible y la disposición a buscar ayuda profesional si es necesario. Es importante ser paciente y amable contigo mismo durante este proceso, y recordar que la recuperación puede llevar tiempo, pero con la ayuda de Dios y un sistema de apoyo adecuado, podrás sanar y liberarte de los desencadenantes del trauma.

Conclusion:

Enfrentar los desencadenantes del trauma puede ser desafiante, pero no tienes que hacerlo solo. Al apoyarte en tu fe en Dios y seguir herramientas prácticas, puedes encontrar la fuerza necesaria para enfrentar y superar estos desafíos. Recuerda que buscar apoyo y ayuda profesional cuando sea necesario es fundamental. Confía en que Dios está contigo en cada etapa de tu viaje de sanación y que eventualmente encontrarás la paz y la libertad emocional que anhelas.


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